El dia despertó nublado sin muchas ganas de pasar a la historia de la ciudad. Nosotros, sin ningún plan en la mochila decidimos ir caminando hasta la estación de autobús. A las dos horas descubrimos que la redonda te lleva directo de vuelta al hotel, entonces apostamos por la linea recta. A las cinco horas de salir del hotel finalmente visualizamos la estación. Serían las 8 de la noche cuando llegamos de vuelta al hostel. Rosa se fue directa a la ducha y yo aprovechando que habia futbol (Valencia vs Real Madrid) me quedé viendo el fútbol mientras planeabamos la noche con los compis del hostel.
Rosa a las dos horas aparecio diciendo que no tenia ganas de salir, nosotros la creimos y nos fuimos.
Se puede decir que Curitiba tiene poder, su gente es su poder, como no dice la canción, la cerveza es el líquido que corre por sus venas, que los hermana y para ser hermano de sangre, simplemente tienes que beber con ellos.
Eso fue lo que hicimos Giuseppe y yo en una favela, que más que favela parecía una verbena de pueblo sin substitutos en español, donde las conversaciones se escuchaban a la mitad mientras las cervezas eran las únicas que hablaban el mismo idioma.
Por suerte, la eminencia de la favela, el doble de Alpacino, poeta y pintor que trabaja como rotulista para el ayuntamiento pintando carteles, apareció traduciendo todas sus palabras a cinco idiomas, los mismos que él sabía. Nosotros como no podía ser de otra forma, pagamos el tributo de su sed y la noche comenzó a parecer de esas que no sueles olvidar.
Los compañeros de Alpacino surgieron detrás de la barra, con cara de amigos para siempre, confundidos, pensando que su pequeño bar se había transportado a la costa con los turistas, pidieron rondas para los desconocidos que nosotros devolvimos mientras ya todos comenzamos a hablar el mismo idioma.
Como en realidad estábamos en una favela, el maluto de turno tenía que llegar y llegó, aunque sorprenda, no era ningún musculoso con cara de haber perdido las llaves de casa, lleno de cicatrices colocadas estratégicamente alrededor de la camiseta de tirantes, pues no, era una mujer que según contaron nuestros nuevos amigos de sangre, había apuñalado a un local una noche de borrachera.
La música entró con ella y con ella entró la ganas de bailar y tres generaciones de la favela se pusieron a danzar mientras Alpacino explicaba su experiencias en Israel y no sabemos qué historias más.
La noche no podía acabar sin una invitación para el siguiente día, las preparaciones para llegada de papa Noel en bermudas (espero) a Curitiba fue la cita, pagando como entrada una bolsa de caramelos para los pequeños.
Al final nos despedimos como hermanos, unos más que otros, y nos marchamos para el hostel donde nos esperaba un inglés totalmente borracho, pero eso es ya otra historia, que no hace falta contar porque todo el mundo sabe, lo pesado que puede ser un inglés borracho, sin un estadio de futbol donde gritar.
2 comentarios:
Visca la Brahma!!! I records a Al Pacino...
jajaja. Muy buena la historia. Me estoy imaginando a los personajes. Ya puedes decir que estas conociendo Brasil, y no los que vamos de turismo.
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