Las ciudades grandes en la India son intratables… cuesta trabajo salir y lidiar con ellas, con su tráfico, su polución y los reclamos de sus habitantes. No hay nada como un indio empeñado en que le hagas caso. Que no, que no te puedes ir sin saludarlo de vuelta o sin contestarle a lo que te pregunte, que siempre es en inglés (creo que venir aquí sin inglés es una bendición).
En fin, hemos disfrutado (según a cual de los dos nos lo preguntes) del paseo en elefante, para subir al impresionante castillo de Jaipur, y de un día de “compras” guiado por nuestro conductor, que nos ha llevado a una fabrica de tejidos, y a una de joyas (difícil hacerles entender que no podemos permitirnos comprar).
Es una maravilla, cuando vez la mezquita hecha de mármol, al fondo (aunque la mala suerte nos llevo en un día nublado), con las fuentes como las de la Alhambra, reflejándola haciendo un efecto espejo.
El siguiente día en Agra fue una aventura, solos, con nuestras cosas en una tienda de souvenirs. Cogimos un hombre con un bici-carro, que no podía con nosotros, que no leía inglés y no sabía donde íbamos (vamos como nosotros, que tampoco sabíamos donde íbamos, ni donde estábamos). Al final llegamos a tiempo para que nos llevaran a la estación a vivir nuestra primera experiencia en un tren indio.
Sinceramente me gusto menos la estación que el tren. Sobretodo cuando sentados en el suelo, con unas decenas de indios más, pasaba una de las ratas rozando nuestras mochilas. Y si solo hubiera pasado, bueno, se soporta. Pero esta rata se paraba, te miraba a los ojos… al menos no tenia los ojos rojos, eran tirando a negro azabache. Así que después de eso nuestras esperanzas en el tren eran casi nulas.
Pero no, el tren decente, tren-cama, en el que te podías tumbar, siempre y cuando tus compañeros indios de vagón terminaran de cenar. Sábanas limpias y manta incluida. Decente, y se duerme de maravilla cuando se callan los 5 que duermen contigo.
Destino: Varanasi (Benares). Esta ciudad si que me llego, el Ganges no decepciona. Aunque nuestra primer toma de contacto fue dura… Decidimos llegar al río andando para ver atardecer. Una hora y media después, con la luna brillando en lo alto, los ojos llenos del polvo de las calles petadas de gente, vacas, cabras, bicis, tuk-tuks, coches, autobuses, puestos ambulantes, con la cabeza loca de los pitidos. Tras preguntar a gente que no entendía inglés, llegamos a las orillas del Ghangs. Una ceremonia en honor a su madre (el río) y otra bronca porque no puedes lavarte los pies allí (eso si no eres indio, claro).
Menos mal que al día siguiente mejoro la cosa. Callejeando por las calles que llevan al Ganges, por donde bajan los cuerpos para ir al crematorio. Disfrutamos de un paseo en barca por el río, a precios indios, con ellos en la barca, contándonos un poco de historia de los palacios y templos que íbamos pasando. Una visita al crematorio, que se ha convertido en un negocio donde la donación se convierte en obligatoria y previo pago todo esta permitido.
Vamos aprendiendo a tratar al modo indio, con su misma moneda. Si quieres jugar conmigo, juguemos…
Otro viajecito en tren, y estamos de vuelta en Delhi.
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