Ya estamos de vuelta, y seguimos vivos, para aquellos que lo dudarais.
Bueno, ha sido toda una aventura.
El sábado emprendimos la marcha hacía el cerro Catedral y de allí cogeríamos una senda que nos llevaría al primero de los refugios… lo malo son las indicaciones de los locales (y mira que es el mismo idioma). Que nos llevo a un lago desde el que empieza la misma senda pero en versión extendida… Así que entre los 30 kilos que llevábamos a la espalda (porque solo los listos se llevan todo su equipaje para una travesía de montaña), la falta de práctica y lo abrupto del terreno, nos estuvimos riendo de lo lindo… es decir, cada media hora las primeras 4 horas, cada 15 minutos las siguiente dos y cada 5 las últimas 2 horas de recorrido. Pero es una buena terapia, en casos de desesperación reírse, no se especificar si de uno mismo o de la situación. Unas cuestas empinadas como la pared de una casa, con el ancho de un par de pies, en las que las piedras sueltas o las raíces de los árboles te “ayudaban” a subir, se iban encadenando una tras otra, las piedras que cubrían la anchura del camino y tenías que escalar, sortear los diferentes árboles caídos y obstáculos en el camino… en fin, una odisea. Nos íbamos encontrando gente que te iban diciendo diferentes tiempos de trayecto, que por supuesto no iban disminuyendo si no aumentando.

Pero llegar, llegamos. Una vez establecido el campamento base… tumbarnos como locos. Y disfrutar de esa experiencia que es el camping… piedras en el suelo, el frío que va entrando por todas las partes de la tienda, que si tú te estas llevando más saco que yo, que si por tu lado entra menos fresco, en fin una gozada.
El siguiente día fue mucho más tranquilito, es decir, no hacer absolutamente nada, vagar por los alrededores, sentarnos en el río a no hacer nada y buscar algo de leña para hacer el fueguecillo para cocinar… abriendo los instintos más salvajes. A Jorge le dio por explorar más lejos y llego hasta el siguiente refugio (aunque la intención era recoger troncos para el fuego) a tomarse una cervecita de esas caseras que están desbravadas y calientes, pero que como te la tomas en un paraje inhóspito te quedan en el recuerdo.
El lunes ya nos decidimos a subir al siguiente refugio, pero sin mover el campamento base… que todavía estaba reciente el primer día. Bueno, espectacular!! Un refugio con vistas a un hermoso lago y las montañas, con algunos restos de nieve, de fondo…. Sin el agobio de la mochila subimos un pico de los que rodeaban el lago, una comida allí no tiene precio y el tenderete que monto Jorge para secar nuestros calcetines tampoco.

Al bajar encontramos a dos pibes sentados en el refugio en el que teníamos el campamento base, y se establecieron allí, en Piedritas. Esa noche nos unió el fuego, e intercambiando historias ellos habían subido por la misma senda larga que nosotros, y tenían una historia bastante similar. Costó un poco apagar el fuego, no por trabajo, si no porque no había cojones a llegar al río con la linterna que tan bondadosamente me regalo mi hermana… que hay que darle más vueltas que a una peonza para que ilumine algo. Entre eso, el frío que da al separarse del fuego y que la botella de agua solo tiene para un litro de agua… Y después vino la tienda, no hemos pasado más frío en la vida, los pies helados toda la noche, y yo proponiendo maneras de poner los 3 sacos para que dieran mas calor… nada funciono esa noche. Me niego a hacer más fuegos al aire libre cuando uno no duerme al lado.
A la mañana siguiente nos fuimos a la Playa Muñoz, que resulto ser menos playa y mas insípida de lo que esperábamos… Eso sí, es el mismo camino que subimos, pero bajando… se hace en nada sin la **** mochila, la subida un poco mas complicada pero accesible, así que subimos al campamento, y al igual que el día anterior encontramos a una pareja en el refugio. Compartimos el corte de leña y el fuego con ellos y nos fuimos a dormir… el día siguiente nos esperaba la bajada. Con nuestros experimentos de sacos y de brisas empezó a llover… oír la lluvia dentro de una tienda no es tan agradable como parece.

Y la sorpresa estaba esperándonos, cuando después de una noche pasada por agua, al abrir la tienda una sorprendente nevada pintaba de blanco el refugio. Nos hicimos los remolones… porque el mero hecho de salir del saco era difícil, pero no nos podíamos quedar arriba para siempre. Así que compartimos el desayuno con la pareja de anoche y con otra pareja, tras el último fueguecillo y con las mochilas a la espalda nos dirigimos a bajar por la ruta que deberíamos haber subido… os digo que eso de saltar de piedra en piedra, cruzar puentes hechos con palos y todo eso viendo la colina de la montaña al lado y con la mochila a cuestas, no termina de ser una diversión suprema… que la espalda se encarga de recordarte por unos días pero te da una sensación de superación cuando llegas, que ni las agujetas que recorren mi cuerpo me hacen olvidar, o bueno, cuando me incorporo si…
Pero os digo que la práctica lo da todo, y las paradas de hoy no han sido ni un cuarto que el primer día, nos estamos poniendo en forma…
Ah!! Y no puedo describiros lo que es ducharse después de 5 días… a lo mejor alguno ya lo habéis experimentado, pero es una gozada dormir en una cama esta noche, jajaja.
La moraleja es nunca vayas a la montaña sin estar preparado. Eso es todo amigos.