Seguimos vivos y digo bien.
Ayer tuvimos nuestra primera experiencia como autoestopistas… aquí en Nueva Zelanda es algo común, y que la gente no ve como algo descabellado. Al ser un país pequeño todo el mundo es más confiado y menos de una hora tienes a alguien cogiéndote, aunque los que lo soliciten sean dos…
Para los que necesiten ser calmados diremos que todas esas películas en las que te recoge un asesino en serie son ficción, o ¿alguien ha oído alguna vez un caso de alguien cercano? Porque yo solo lo he visto en la tele…
Bueno, que aquí es algo normal y seguro. Incluso la gente de la ciudad te pregunta donde vas, de donde eres y te da consejos sobre el mejor lugar para ponerse para que paren. ¿Os imagináis eso en España?
La primera persona que nos recogió fue un australiano que se acababa de mudar a NZ, y que no iba en nuestra dirección pero que nos acerco como una media hora de trayecto, y que tampoco tenía demasiadas ganas de hablar…
En el cruce que nos dejo tardamos como una hora para que nos recogiera Amy, una kiwi que venía de vuelta a casa, y que ya llevaba a otro chico de camino a Nelson (nuestro siguiente destino). Así que nos toco viajar en la parte de atrás de una furgoneta convertida en cama… sí, viajamos en la cama junto con todas las cosas de ella y las maletas de todos los demás.
Cuando nos indico que Golden Bay era uno de los mejores sitios para ver no lo dudamos “¿te importa si seguimos hasta allí contigo?”. Así que nuestro viaje se alargo unas 2 horas más desde Nelson.
Iba contando leyendas maories, contándonos de ella misma y las razones que la llevaron a mudarse ahí hace unos 4 años, cuando surgió la pregunta “¿os gusta el agua fría?”… “sí, para beber”. Fue cuando nos habló de la costumbre de tirarse en una especie de piscina natural que hay en un río en el parque nacional de Abel Tasman… y si nos hemos bañado en el Lago argentino, y en el Lago Titicaca… pues también incluimos las aguas neozelandesas.
Me gusto la descripción de Jorge, cuando consiguió recuperar el habla, “… son como millones de agujas clavándose en tu piel cuando entras en el agua…”
En tan solo media hora más nos dejaba en Takaka, un sitio con encanto, un pueblecito pequeño, que tiene de todo y en el que todo el mundo te saluda por la calle (no sabemos si es porque nos ven extranjeros o que).
Cómo no, la acampada esa noche la hicimos libre, es un camping en los que no pagas nada, pero en los que el tienes baño (que no ducha…), pero que cubre perfectamente nuestras necesidades. El nuestro se llama “under the bridge”, “debajo del puente”.
Hasta que en mitad de la noche… un viento del carajo, acompañado de lluvia intensa empieza a mover la tienda, de un sitio a otro, literalmente volando… notábamos el techo de la tienda sobre nuestras cabezas… y como las varillas no andan demasiado bien creo que nos hemos pasado la noche rezando porque la tienda se mantuviera en pie por la mañana. Nos sentimos mejor porque nuestra vecina, la chica de la tienda de al lado también ha estado rezando por nosotros, y se ha alegrado bastante de vernos con vida (no más que nosotros).
Pero… no ha habido mañana, son las 2 y algo de la tarde y a pesar de los intentos del sol por salir, ahí unos nubarrones negros que cubren el cielo… todo lo que alcanza la vista.
Si que habíamos planeado quedarnos aquí un par de días, pero solo esperamos que no sean como este. La tienda sigue volando y vuelven las goteras… juiuuu!!! Esto es aventura!!